Una botella de vodka vacía
Conocí a Eduardo Salgado a principios de los años 90 del siglo XX, no recuerdo con claridad donde vi por primera vez sus obras gráficas publicadas, tal vez fue en la revista Moho o Nitro, Golem, A sangre fría, La Pus Moderna o cualquier otra de esos años. Su trazo y variedad de temas me cautivaron; personas con deformidades, objetos diversos en un estilo único que lo insertaban de manera natural a nuestro mundillo underground o contracultural como solíamos llamarlo. En mi opinión, su obra cumbre, una joven mujer desnuda vomitando en el lavabo de baño y una botella de vodka Oso negro en primer plano, esa pieza fue publicada en la revista Nitro en 1997, actualmente en la colección de nuestro amigo Antonio Arango, quien seguramente sabe de la importancia cultural de esa obra. En esos mismos años lo invite a colaborar en las carpetas de gráfica Pelos de cola #10 y después en M´hija donde publicó magnificas obras en los números 1 y 2.
Estoy seguro que Salgado aún cuenta con litros de tinta para seguir dibujando con su trazo firme y estilo único, más allá de los encargos que le han hecho diferentes publicaciones como el periódico Milenio y la revista Me´s Health entre otras, él sabrá sorprendernos con nuevas series y formatos singulares, aplaudo esta exposición retrospectiva que le organizan en la galería RAB 63.
Carlos Jaurena. Cuidad de México, 2022.
Eduardo Salgado
(artista de la desmesura)
Conozco a Eduardo Salgado desde hace muchos años. O más bien: su obra no me es extraña, aunque siempre me impresiona. Es un artista de la desmesura, como si su oficio sólo respondiera al efecto extremo de una realidad tosca y delicada a la vez. Sus dibujos son la visión y la historia de un mundo que no nos concierne porque es más que real, no sólo imaginario. Él observa lo que no vemos y detiene su gráfica en una estación de trenes donde ninguna máquina es bienvenida. Abre una ventana que clausura el horizonte, pero que permite la intimidación. Un sarcasmo recio y ensimismado: arte que se devora a sí mismo para expresarse. Su imaginación se impone porque carece de segundas intenciones: su narración gráfica no permite el rodeo. Los espectadores tienen que ceñirse a su papel de testigos, ya que Salgado no permite demasiadas interpretaciones o arengas zalameras. Es como si construyera una ciencia gráfica fundada en arrebatos de iluminación y de oscuridad al mismo tiempo. Uno de los mas finos e inclementes observadores de la gestualidad de una cultura que se auto destruye y se nutre de la marginalidad. Sus dibujos carecen de una política del mal, aunque edifique un idealismo para los necios y los marginados del aplauso público. ¿Cómo es posible que en los terrenos de la desmesura que Eduardo crea a través de sus dibujos brote también la sensualidad o el erotismo cínico? Carece de temas definitivos, no le interesa detenerse en una obsesión solitaria. Al contrario, lleva su trazo sorpresivo, franco, perro, jamás hipócrita en varias direcciones. Le gusta imponer su osadía para fortuna de cualquier espectador que no requiera darle más vueltas al asunto. Eduardo Salgado ha sido desde hace ya varias décadas uno de los artistas gráficos más originales de los que yo tenga memoria. El arte subterráneo; las editoriales alucinadas; los espacios abiertos y secretos, dependen en gran medida de la generosa y empecinada voluntad de artistas próximos a la crítica fervorosa, a la anécdota beligerante, a la admiración por la “caída” que Eduardo Salgado muestra en cada uno de sus dibujos. Puertas abiertas para ingresar a un mundo clausurado, hermético y, sobre todo, libre.
Guillermo Fadanelli. Cuidad de México, 2022.