Será Entonces
Cuando los estibadores golpeen con sus
ásperos nudillos
la puerta de entrada,
y la naturaleza se entere de
lo que ha ocurrido,
los ruidos de esta casa,
aquellos que los huecosos y añejos ladrillos
del vetusto edificio en su vacío
han acumulado con el fervor de lo rojo,
de lo horneado, de lo pétreo,
desaparecerán para ti:
los coitos vecinos,
las trifulcas tendidas a secar en la azotea,
los estornudos indolentes
los sollozos estallados
las alarmas en los celulares
de otros
que se activan sincrónicas,
aunque no siempre sean las 7
de la mañana,
las promesas crípticas de pasión eterna.
La otrora novedad del bamboleo del
edificio,
que se cimbraba insólido
de escalofrío
al paso apretado de cualquier camión
en la avenida,
no será más
recordatorio de la inmensa fragilidad
que nos construye.
Las escaleras imperfectas:
en color, tamaño y forma.
El pregón del basurero:
que conduce al destierro
lo que un día la diamantina vida
estimó de oro macizo.
Las banquetas: que aunque
amplias no nos alcanzaban
para caminar con muestra alquimia.
Entonces
el diario café de
las mañanas
se derramará por el piso hasta
encontrar la rejilla del drenaje más cercana,
–en busca del mar–,
y los tornillos apretados en las paredes
para colgar inconcretos cuadros
amados
ahora sostendrán rectangulares
manchas ambarinas.
Al cerrar la puerta por vez última, un aire tibio tocará
las cosas claras y sencillas.
Viaje sin retorno.
Saldrás de cacería,
pues el paredón es de todos
y no necesita cuatro paredes.
El lontananza
Todas las mañanas, al despertar
contemplo el horizonte desde mi ventana;
a veces oscuro, otras perlado,
algunas más diamantino.
La vida de todos los seres es un misterio.
E inmediatamente me acometen
unas ganas de quedarme el día entero
leyendo en la cama.
Pero no, hoy llueve, y me dedicaré
a atender esta mañana
de vista humedecida.
Beberé café, quizás
continuaré con mi lectura de
Chesterton
y comeré, en algún momento, pan con mantequilla.
La música es virtud de idilios;
un niño obstinado e invencible.
Y por la tarde llegas tú,
nos tiramos en la cama y nos ocupamos del horizonte
que es y no es el mismo,
tú haces que lo reviste,
porque lo eterno eternamente cambia,
y contigo, a mi lado, descifro ese misterio:
el río, que fue ancho mar, y nube, tromba
que tromba, y lluvia
y río otra vez.
En el fondo del alma
todos tenemos el lluvioso deseo
de darnos libremente a algo que
no sabemos.
Descansamos en la cama,
tú boca abajo.
El horizonte frente a nosotros se transforma:
profundo mar;
nos tocamos con los pies
sin nada decirnos
pero puedo escuchar el símbolo del viento que eres
y me alegro por el mar, el aguacero esparcido
y tu belleza a mi lado, sin ambages.
Nos miramos en el horizonte, y sonríes.
La vida de todos los seres es un misterio.
Ricardo Lugo Viñas.
Ricardo Lugo Viñas
La Revista de Arte Boticario hace un pequeño homenaje al periodista, escritor y ensayista René Avilés Fabila, con una humilde columna en nuestro proyecto editorial, con el fin de divulgar y dar a conocer su obra. Agradecemos a la Fundación René Avilés muy especialmente a la Dra. Ma. Del Rosario Casco Montoya, vicepresidenta de la Fundación y divulgadora de la obra de su esposo. Sumergirnos a los textos del escritor en el archivo de la fundación no es cosa sencilla pues hay una gran cantidad de ensayos, cuentos, críticas literarias, etc. El editor de la revista humildemente ha seleccionado los que a su parecer sirve de divulgación literaria de la obra, con el objetivo de llegar a más jóvenes lectores y así conozcan su creación artística. Reiteramos el agradecimiento al apoyo a todos los que hicieron posible la magia de releer por siempre a René Avilés Fabila. |